Ha sido un año extraño, lo he tenido todo y ahora ese todo ya lo estoy perdiendo: poco a poco veo como se va desdibujando de mis manos "mi todo", tal cual sucede en las escenas de un grabado de Escher. Dicen los sabios que tengo que vaciar para volver a llenar. Todo es cíclico. Todo cambia. Nada permanece. En las imágenes de Escher las cosas se pueden estar vaciando para volverse a llenar. Pérdida y ganancia. Eso hago mientras pienso. De las únicas certezas y, uno de los muchos momentos plenos de mi vida, siempre ha sido cuando logro impartir algún tallercito de dibujo...y mientras los estudiantes dibujan yo sigo refinando el delicado arte de perder...
El arte de perder no es muy difícil;
tantas cosas contienen el germen
de la pérdida, pero perderlas no es un desastre.
Pierde algo cada día. Acepta la inquietud de perder
las llaves de las puertas, la horas malgastadas.
El arte de perder no es muy difícil.
Después intenta perder lejana, rápidamente:
lugares y nombres y la escala siguiente
de tu viaje. Nada de eso será un desastre.
Perdí el reloj de mi madre. ¡Y mira! Desaparecieron
la última o la penúltima de mis tres queridas casas.
El arte de perder no es muy difícil.
Perdí dos ciudades entrañables. Y un inmenso
reino que era mío, dos ríos y un continente.
Los extraño, pero no ha sido un desastre.
Ni aún perdiéndote a ti (la cariñosa voz, el gesto
que amo) me podré engañar. Es evidente
que el arte de perder no es muy difícil,
aunque pueda parecer (¡escríbelo!) un desastre.